Comenzar el Summercase con The Kooks casi a las primeras de cambio puede ser una temeridad o una declaración de principios. Lo que es seguro es que resultó muy incómodo, porque a las siete de la tarde, en aquella explanada el mercurio del termómetro había perdido el control y en las colas de la entrada había más público que en el escenario Movistar. A estos niños de Brighton, a los que ni les iba ni les venía todo este asunto, llegaban presentando su difícil segundo disco, “Konk” (Virgin, 2008), con la seguridad del que sin esfuerzo y en cinco pinceladas crea una obra de arte (concretamente, su álbum debut, “Inside In-Inside Out” (Virgin, 2006)). Por eso, supongo, parecían rendir al cuarenta por ciento, dejando las extravagancias para los que las necesiten y las prisas para los Artic Monkeys. Así, como si fueran nuestros primos los de Murcia, fueron refrescándonos los cuarenta grados a la sombra con temas nuevos (Always where I need, Shine On y la versión acústica de See The Sun) y temas ya clásicos como Ooh La y Sofa Song. Precisamente, en esta última, que cerró el show, fue donde estalló la bomba que Luke Pritchard llevaba en su bolsillo interior, se mezcló enajenado con el público y ahora sí alcanzó el cien por cien, por primera y última vez.
TEXTO Y FOTO: VÍCTOR LÓPEZ
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