martes, julio 13, 2010



Ana Carolina
Lunes 12 de julio de 2010
Veranos de la Villa (Escenario Puerta del Ángel)


CONCIERTO PARA VOZ Y ORQUESTA (EN MAL MOMENTO)


La comunidad brasileña que acudió al concierto de Ana Carolina (la inmensa mayoría de los asistentes) sufrió la despedida de la Copa del Mundo Sudáfrica 2010. Su selección eliminada en cuartos y el guateque de la nuestra entorpeciendo el sonido de una gran banda sobre el escenario de la Puerta del Ángel. Fuegos artificiales con traca final incluida. Demasiado jaleo como para mantener la concentración entre canción y canción.

Las primeras de ellas fueron “2 Bicudos”, “Tolerancia” y un homenaje a su querido Ed Motta, que sonó grabado (lo cual provocaba un efecto rancio, que repitió en algún otro momento de la noche). Dos de sus mejores interpretaciones, con dos composiciones prestadas, llegaron en el ecuador de la actuación y fueron lo más reseñable de su presencia en la Casa de Campo. “Quem de nós dois”, convincente versión de “La mia storia tra le dita” de Gianluca Grignani; y “È isso aí”, refinada adaptación de “The blower´s daughter”, de Damian Rice. Siempre con la buena respuesta de sus cuerdas vocales, incluso cuando el murmullo de la fiesta anexa se abalanzaba sobre ella.

El espectáculo, que se retrasó una hora para intentar evitar el solape de conciertos (Bisbal, Bustamante and friends andaban por el otro; impresionante), además resultó ser corto (una hora y cuarto), tal vez encajonado por la hora máxima de permiso de la ordenanza municipal. Lo último que escuchamos fue “Tá rindo è”, una samba del nuevo disco, “Garganta” (para terminar) y “Elevador” (el único bis).

A pesar de los pesares, la tremenda voz de Ana Carolina cantaba “¿de qué vale tu cabello liso si tienes las ideas enrolladas dentro de la cabeza?”, con una seguridad propia de la que sabe perfectamente que tiene mucha gente detrás, siguiéndole la pista. Andrade, Pedro Baby, Costa y Rodríguez guardaban las formas con los instrumentos, pero la atención estaba centrada (con permiso de los ecos del gol de Iniesta) en las historias y los graves y agudos de su jefa.

Se podría considerar un concierto para voz y orquesta, que no nos llegó en el mejor momento. Todos los astros se colocaron atravesados.

Víctor David López

lunes, julio 12, 2010



Bebe.
Jueves 8 de julio de 2010.
Veranos de la Villa (Escenario Puerta del Ángel).

BEBE NO QUIERE SER BEBE


Bebe quiere dejar a un lado muchos capítulos de su pasado. Es curioso. Al decir pasado nos referimos a un álbum publicado hace un lustro, Pafuera telarañas (EMI Music, 2004). Todo lo que vino detrás de este debut discográfico fue uno de los mayores booms que una artista nacional haya provocado. Y ella lo sufrió en sus carnes.

Después se fue, se perdió, hizo cine, respiró profundo, viajó y, lo más importante: fue madre. Por eso ahora se lo toma todo con más tranquilidad y guarda en el baúl de los recuerdos alguno de los súper hits de su primer trabajo: “Malo”, “Ella”, “Siempre me quedará”, “Razones”, etc. Canciones que hasta ella misma seguro que ha llegado a odiar por repetitivas, y por copar tantos minutos de radio y televisión en un periodo de tiempo en el que aún no tenía colocado el caparazón. Eso sí, el resto de canciones clásicas que ataca las reinterpreta formidablemente, de un modo mucho más atractivo que el que nos llegó en su momento (abrió con “Con mis manos”, por ejemplo, a ritmo cambiado).

Habla poco y cuando lo hace es para mostrar que está algo excitada por su retorno a los escenarios (está retomando la presentación de su segundo proyecto, Y Punto (EMI Music, 2009), tras su maternidad). También para recitar algunos versos rápidos que encajan bien en sus fans, que le tenían ganas. Los dos primeros singles de su actual trayectoria fueron aclamados y sonaron perfectos: “La Bicha” y “Me fui”, son una jugada maestra.

Hace más de un siglo, cuando se presentó a poco metros de este Escenario Puerta del Ángel, dentro de la programación de una añorada Fiesta del PCE, la cara era otra, el ritmo era otro, el sonido era peor, las canciones estaban pilladas por los pelos, era todo más fiestero (eso sí), era distinto. Lo mejor de esta Bebe que parece que ya no quiere ser Bebe es precisamente este deseo, y su acercamiento a los bombos y cajas más pesados, y a las letras más explícitas. Eso puede que la deje sola en un vacío legal dentro de la canción de autor nacional. Y eso es bueno.

Víctor David López


Marianne Faithfull-
Viernes 9 de julio de 2010
Veranos de la Villa (Escenario Puerta del Ángel)

MUSA EN BLANCO Y NEGRO

Empiezas a pensar que la entrada es barata cuando la ves repasando con elegancia las páginas de su cuaderno, o saludar con un “ladies and gentlemen” o, simplemente, desenredar el micrófono para acercarse un poquito más a la platea.

Un placer pisar el mismo recinto que Marianne Faithfull. Una gozada escuchar las primeras notas de “Times Square”. Pilló a todos por sopresa; mientras los asistentes todavía estaban haciéndose a la idea ella seguía a su rollo homenajeando a Dolly Parton y a The Decemberists (espectacular versión de “The Crane Wifes 3”).

La voz marcada por mil y un navajazos respondió a la perfección, no hay queja. El ritmo podría ser la única objeción. El tempo de las noches interminables, el que marca en cada uno de sus temas, quizá fue demasiado pausado como para retener con ansia la atención del público. Además las piernas que volvieron loco a medio Londres ahora, alcanzada ya la edad oficial de jubilación, la mantienen rígida sobre el escenario (excepto un ligero balanceo de caderas), y eso hacía que todo se viese como a cámara lenta.

Los instantes en blanco y negro fueron el punto álgido del show: “As tears go by”, regalada por los Stones (su primera composición), y “Sing me back home”, a medias con Keith Richards, sonaron impecables entre sus manos y las de el guitarrista Doug Pettibone, espléndido con los pedales y los samplers.

Le dicen “bonita” desde las primeras filas y se pasa la mano por el cabello, como si se lo estuviera susurrando Mick Jagger y siguiera bailando en los años sesenta. Nosotros estuvimos en ellos durante un ratito en un viaje en business de ida y vuelta. Y qué dulce se veía todo.


Víctor David López