lunes, septiembre 17, 2007


Pedos

"...Lonstein me dijo una vez que en algunos teatros de su barrio el mal olor del público es tan horrendo que la única manera de purificar el aire circundante consiste en rajarse un enorme pedo..."
(Julio Cortázar, “Libro de Manuel”)


No soy un exaltado, la verdad. Ni tampoco tengo especial interés en ser columnista de L'Intransigeant. Vivo mucho más a gusto tratando de ignorar ciertas realidades bastante desagradables que nos rodean porque, eso sí, mis meninges son muy sensibles a ciertas irritaciones. Pero últimamente me cuesta mucho desarrollar esa torpe defensa. Tengo la sensación de que por todas partes hay tipos lamentables dispuestos a tocarme la moral. Por ejemplo, suena mi radio-despertador a primera hora de la mañana y, si no ando listo, se cuela en mi habitación el antipático de Liménez Josantos con una sarta de rebuznos que despiertan hasta a los muertos. Puestos a llegar de mal humor al trabajo, digo yo, mejor pedirle a un vecino que te dé una patada en los cataplines según bajas en el ascensor… O enciendo la televisión y aparecen individuos como Su Señoría el Sr. Partínez Mujalte en un escaño del Congreso de los Diputados dando voces, pataleando, aullando, abucheando, insultando, calumniando y armando gresca tal y como todos los demás hacemos cuando vamos al fútbol. El pobre quería hacerse socio del Madrid, con asiento en el fondo sur (¡Partínez Mujalte presidente… de ultras-sur!), y de repente apareció sobre un sillón de cuero granate en el hemiciclo… ¡y cobrando!. Un chollo. Y además puede seguir los partidos disimuladamente en su pequeña radio con mp3.

Pero la cosa está mucho más cerca de nosotros que todo esto. Ahí está, si no, el tipo que te perdona la vida en su tienda con esa mirada de “ahora te atiendo, estoy terminando el sudoku”. Y yo que pensaba que ese señor comía con lo que le pagan los clientes… O la cajera que desconoce la existencia de los verbos: “hola… ¿tarjeta Día?... ¿Bolsas?... Quince con treinta y siete… ¿Siete céntimos?... Adiós.”. No sabe lo que se pierde, oiga, no se imagina la de cosas que se pueden llegar a decir usando quince o veinte verbos, nada más. Qué menos que un par de cada conjugación, ¿no creen?, tampoco es tanto esfuerzo. Aunque, quién sabe, a lo mejor en sus ratos libres le da incluso por la pintura… rupestre. Y no me olvido de esos tipejos que cuando les das las gracias contestan “vale”. Muy amables ellos, perdonándole a uno la vida por sistema. Menos mal que además de lobo soy gato y tengo muchas. Pero a partir de ahora, en vez de “gracias”, a algunos les voy a decir “¿quieres irte al guano?” para que me contesten “vale”.

El caso es que yo pienso que así no podemos estar, que hay que hacer algo desde ya si no queremos acabar teniendo que tirar la toalla y exiliándonos al Nepal. Y lo cierto es que después de darle muchas vueltas he concluido que no me convencen los métodos de protesta puestos en práctica hasta la fecha, no me satisfacen. Tampoco soy un tipo violento, aunque a veces esté uno tentado de repartir bofetadas a algunos tal y como repartiría pan entre los hambrientos o vino entre mis amigos: a cada uno lo suyo. Así que he ideado una forma perfecta de hacer saber a todos esos desaprensivos que nos están molestando, con talante pero con firmeza, sin violencia ni acritud. Me van a perdonar por la grosería, pero lo que hay que hacer cada ve que a uno le pisen un callo es tirarse un pedo. Sí, leen bien: un buen pedo cerca del interfecto para que se entere. Mirarle con cara de pocos amigos y, sin necesidad de muchas palabras, disparar sin compasión. Después, mucho más aliviado y habiendo dejado las cosas claras, marcharse tranquilamente… y por precaución, que a veces queda un mal ambiente que no vean. Un pedo sorprende, llama la atención del menos sensible a las sugerencias, es sonoro y potente, es agresivo pero inocuo, y se queda un rato recordando al afectado de qué iba la cosa. Y si se sabe tirar con autoridad no produce risa precisamente, ni mucho menos.

No me diga que no está bien pensado, no me diga que no se pasa las horas aguantándose a la espera de la intimidad necesaria para semejante alivio, día tras día. Pues únase a mi iniciativa, aproveche la energía potencial de su tubo digestivo y matará dos pájaros de un tiro. Hágale sacar al del sudoku todo el muestrario de la tienda y después tírese un pedo según se da la vuelta y agarra la puerta para irse sin comprar ni un triste botón: ¡pprrrrrrtt!. Acérquese a Paco, el merluzo de la oficina y tírese un pedo junto a su mesa para que le quede clara su disconformidad con respecto a sus métodos y sus comentarios machistas antes de seguir caminando como si nada por el pasillo. Dígale a la cajera del supermercado que no, que muchas gracias pero que no NE-CE-SI-TA bolsas, que no TIE-NE siete céntimos y que se PUE-DE quedar con el cambio… y con un fabuloso pedo expelido ad hoc, eso es redondear. Y, ya que está la cosa animada, suéltese y haga lo mismo con la limpiadora asesina, con su director, con su suegra, con el camarero que le llama “chiquilín” con una familiaridad que Vd. jamás le ha dado, con la jefa del negociado, con el niño que le da patadas en la espinilla mientras espera en la cola de la papelería, con la vieja que le da un paraguazo por no levantar el brazo al pasar a su lado, con el traumatólogo que no le hace ni caso, con el guardia municipal que le perdona la vida, con el guaperas del quinto que flirtea con Vd. cual patán creyéndose irresistible, con el portero de discoteca que no se parece tanto a Superman como cree, con los pijos con contactos en todos los entes públicos y privados, con los que se pasan dos horas despeinándose delante del espejo, con el pintor que trata de engañarle con la factura (píntelo de verde), con la que se cuela en la frutería, con los que fuman en el ascensor, con el envidioso que le pone la zancadilla en el trabajo… y con el cabrón que nos robó al Corcel Negro descapotable.

No se inhiba, que ya está bien, hombre. De paso, según vayamos tomando práctica, los ciudadanos decentes y civilizados, aunque muy irritados, podríamos organizarnos y hacer llegar nuestras sonoras protestas hasta todos esos iconos molestos de la vida pública y los medios de comunicación. Grandes manifestaciones de vibrante protesta (eso sí, ni se les ocurra encender un cigarrillo en un par de horas… el metano es muy inflamable). Una página web en la que reunirnos y proponer nuevos merluzos a los que fumigar: “sitemolestantirateunpedo.prt”. Pedos orquestados para Ánzar, para Zoplono y Abeces, para el kelifinder y Cagón-Rovira. Pedos para Zetapé y para Racoy, para Liménez Josantos y Martínez Mujalte. Pedos para Fungairiño. Pedos para José Andrés el cocinero, para Manuel Torreiglesias el vendedor de mentiras, para Ana Rosa Tincana la de siempre. Pedos para Farruquito, el Dioni y Juan Guerra. Pedos para la Duquesa de Alba. Pedos para Bisbal, Chenoa, Bustamante y el Gran Hermano. Pedos para Mierdeces Milá y para Sánchez-Dragón. Para Matías Plash. Para Yorch Bush. Para Bidet Castro. Para San Valentín. Para Verdusconi. Para Lin Baden. Para Chálton Jéston. Para la CIA, el Mosad y lo que quede del KGB. Para la Conferencia Episcopal. Para Árnol Sauseneger. Para la Patronal y los sindicatos de piraos. Más pedos para Ánzar, que eran pocos y con el bigote no se entera bien. Pedos para Penélope Qué Cruz y para Montserrat Caballete. Para los Oscar, la Disney, los Grammy y la Mtv. Pedos para las compañías farmacéuticas y para la madre que los parió. Para la COPE y para el ABC. Para Condolencia Ráis y para Vladimir Puting. Y, por último, un laaaaargo pedo pintor para Ánzar, que seguía sin enterarse de nada.

Un sinfín de pedos inteligentes están esperando a hacer blanco en sus objetivos. Permítales hacer su trabajo. Ya verá cómo todo empieza a marchar mejor en esta sociedad en vías de regresión. De paso nos veremos obligados a aumentar la ingesta de legumbres, que, como es sabido, son de lo más sano de nuestra dieta. Piénsenlo, ya es hora de hacer algo con los Molestos. Líese a pedos, que ya les huele.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡Bravo!! :)